Un Poder ¿Popular?

Se cumplen ya 45 años de la creación de los órganos del poder popular en Cuba. Se cumple casi medio siglo de una estructura que pretende ser el alma misma del modelo de socialismo cubano. En este tiempo ha sufrido no pocos tropiezos y a su edad da la impresión de que todavía no acaba de definir su contenido y forma.

La gran diferencia del sistema político cubano con respecto a los sistemas imperantes en el resto de los países del mundo consiste en cómo se elige y dirige el poder. En el caso de los sistemas presidencialistas son los partidos políticos los que postulan a los candidatos que serán elegidos como presidentes de forma directa por la población. En el caso de los sistemas parlamentarios, son los partidos políticos los que concurren a las elecciones y luego de ocupar sus escaños en el parlamento eligen ellos mismos al jefe de gobierno.

Por su parte, en Cuba el parlamento está conformado por un 50% de diputados populares elegidos de manera directa y otro 50% de representantes de las organizaciones sociales y de masas. Estos, una vez ocupados sus escaños, eligen al jefe de Estado.

A pesar de tener un partido político único, nombrado por la constitución como vanguardia y guía de la nación, este no concurre a elecciones, no presenta candidatos, ni hace propaganda electoral.

Sesión del 28 de octubre de 2021

Durante estos 45 años la Asamblea Nacional del Poder Popular y las asambleas municipales (además de las extintas asambleas provinciales), ha intentado demostrar que es el trabajo de sus diputados la muestra evidente de que el poder en Cuba se construye de manera colectiva, dejando atrás la partidocracia de la época capitalista y alejándose de los modelos verticalistas de los países del antiguo bloque socialista.

Las elecciones locales, las rendiciones de cuenta, la discusión de leyes y el debate continuo con las masas han estado entre lo que es y lo que debería ser. La constante unanimidad en las votaciones, las reuniones formales, la inconsistencia funcional de los delegados y diputados, así como las pocas veces al año en que se reúnen y la pasividad y ceremonialidad de sus cónclaves siguen siendo lastres que delatan su crisis existencialista.

Pero, ¿acaso es inútil esta estructura de poder? Todo lo contrario. El modelo de democracia cada vez más directa y participativa es la clave de lo que ha salvado y puede salvar al socialismo cubano.

¿Qué se puede cambiar? ¿Qué se debe cambiar? ¿Por qué a sus 45 años todavía se sigue debatiendo el cómo deben ser las cosas? ¿Acaso la forma dada no es la más adecuada pero cuesta reconocerlo? ¿Qué distancia hay entre el cómo funcionan las cosas en la realidad y el cómo deberían funcionar?

Muchas de las inconsistencias del Poder Popular cubano comienzan por el rol y las cuotas de poder de sus diputados. ¿De qué sirve reunirse con sus electores y escuchar sus quejas si al final no tiene poder ninguno para resolver cuestiones cotidianas? ¿Por qué los diputados deberían dedicarse a temas que le competen a los intendentes o administraciones locales?

En el caso de la misma Asamblea Nacional, ¿por qué la conforman solo un 50% de diputados electos de manera democrática y otro 50% puesto a dedo? ¿Acaso no es una asamblea unicameral? Tal y como está conformada tal parece que son dos cámaras distintas de un parlamento sentadas en un mismo salón. ¿Cómo es posible que un diputado electo tenga la misma voz y voto en la asamblea que una persona que representa a una organización y que no queda claro quiénes lo eligieron para estar sentado allí?

En los parlamentos burgueses solemos ver que estos se dividen en dos cámaras, una de diputados electos y otra de senadores (habitualmente de menor número). Si nuestra asamblea fuera algo así, pues debería haber una diferenciación de competencias y cuotas de poder entre los diputados elegidos y estos “senadores”. Pero el hecho es que nuestra asamblea unicameral de poder popular quiere ser algo distinto. El asunto es que en la práctica no es ni lo uno ni lo otro. Si de verdad quisiéramos un poder popular, pues el 100% de los diputados serían elegidos de manera directa por el pueblo. Si quisiéramos contar con la asistencia o presencia de grandes personalidades y representantes de organizaciones sociales, pues que los inviten a las sesiones, eso sí, sin voto.

Este problema del 50% es uno de los argumentos esgrimidos por aquellos que nos acusan de antidemocráticos. ¡Y hay que tener coraje para poder defenderse! Supongamos que este 50% elegido por el pueblo decide oponerse a un proyecto de ley presentado por el gobierno y todos levantan su mano en contra, pues nada se podría hacer, porque no tendrían jamás el 50+1 necesario. Eso es evidentemente antidemocrático. Y ese es un gran problema de la máxima instancia del poder en Cuba.  

Corregir esto no es nada difícil y el Estado socialista está perdiendo una gran oportunidad de salvarse a sí mismo con ello. El día en que todos los diputados sean elegidos directamente, que tengan cuotas de poder bien definidas, que todos sus electores sepan dónde queda su oficina para dirigirse hasta ellos y que realicen con espontaneidad la iniciativa legislativa, pues entonces no habrá más de qué quejarse.

Mientras no lo hagamos, nuestros diputados seguirán moviéndose por inercia, el pueblo seguirá sin saber a ciencia cierta cómo funciona el sistema de poder y el poder popular solo lo será por el nombre. Mientras no lo hagamos, estaremos sin armas con las que defendernos de los tantos enemigos que nos tildan de antidemocráticos, cuando en realidad contamos con todo el potencial para ser el sistema político más democrático del mundo.

CP

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