Adiós a la libreta

La noticia llegó como si se tratara de un tema insignificante y en medio de un huracán informativo que solo prometió vientos mayores. El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha anunciado la desaparición de la libreta de abastecimiento como resultado de un programa de recuperación económica tras la pandemia.

Lo primero que debemos tener en cuenta es que nada de este plan tiene el sello de la improvisación y mucho menos viene condicionado por las consecuencias dejadas por la pandemia de la COVID-19 y el recrudecimiento del bloqueo. Todo lo anunciado por el presidente en el programa de la Mesa Redonda y lo prometido para las próximas semanas, responde a años de estudio, decisiones postergadas, indecisiones y titubeos que se vienen arrastrando desde los mandatos de Fidel y Raúl Castro hasta la fecha.

«Después, cuando nuestros mercados tengan otra situación y avancen un grupo de relaciones económicas y financieras, tendremos que ir evolucionando para suprimir la libreta», declaró.

¿Qué si ahora es el momento? ¿Qué si es de ahora o nunca? Si hablamos de los últimos 20 años, de seguro encontramos “muchos momentos”. El problema radica en que el tema de la economía cubana, como tantos otros, al final se resuelve a puertas cerradas por un pequeño grupo y se anuncia como un “plan maestro y maravilloso” del que ya no hay tiempo ni argumentos para añadir. Se impone solo el aceptar.  

Sin dar pie al debate de por qué sucede esto, cosa que nos llevaría a hablar netamente de política, en este artículo, Cuba Política quiere centrarse en los efectos de las medidas anunciadas y del escenario que se abrirá con estas y las que quedan por anunciar.

Si bien la noticia sobre la eliminación de la libreta de abastecimiento es la que, de momento, puede causar más revuelo e incertidumbres, parece ser solo una parte del nuevo “plan maestro” del gobierno de Díaz-Canel. No obstante, empecemos por aquí la discusión.

Cuando se habló por primera vez sobre esta posibilidad, durante el mandato de Raúl Castro, las opiniones de la población fueron tan negativas que sencillamente se dejó de hablar del tema. Sin embargo, este hecho puso sobre la mesa algo hasta entonces impensable: la existencia de nuestra libreta estaba bajo cuestionamiento. De sagrado ya no le quedaba casi nada. 

Miguel Díaz-Canel durante su intervención en la Mesa Redonda

En aquellos años una buena parte de la población comenzó a reflexionar de forma más seria y sistemática sobre la utilidad de tener una libreta que garantiza a todos por igual un mínimo de productos básico y de si resulta indispensable, rentable y económica y políticamente correcto para nuestro sistema conservarla. 

Desde ese momento hasta hoy, en nuestro país ha llovido mucho. Las condiciones económicas y políticas internas y externas no son las mismas. Lo único que sigue en pie es una crisis crónica que nos obliga a postergar todos nuestros sueños de prosperidad. 

El margen especulativo es muy estrecho, si nos guiamos por las escasas declaraciones del presidente y los ministros. Quitar la libreta así sin más es un escenario solo posible en nuestro país solo si tiene detrás una alternativa. En otros espacios, los economistas han hablado de utilizar esos fondos para redirigirlos a los sectores sociales más vulnerables, como son los menores de edad, los ancianos e invalidos por distintas razones. De lo contrario, estaríamos hablando de un zarpazo neoliberal al estilo más despiadado. Esto, unido a los consecuentes desequilibrios resultantes de la crisis ya existente y los cambios monetarios, empujaría a la extrema pobreza a un amplio sector de la población. 

«Le pedimos a la población atención en los próximos días. Contamos con la confianza mayoritaria de nuestro pueblo y con la unidad bajo la dirección del Partido para alcanzar el éxito en este proceso complejo de alcance estratégico», dijo el mandatario en su intervención.

Si nos guiamos por el pronóstico más optimista, solo nos queda preguntarnos en qué consiste ese plan. Esto nos lleva a preguntarnos por los demás componentes del macro proyecto que propone el gobierno.

«Ahora se está trabajando en capacitar a todas las personas involucradas en su desarrollo y en crear condiciones en los ámbitos que impactará. La envergadura de esta tarea es muy grande y tiene en cuenta múltiples interrelaciones en la economía. Estamos trabajando en crear las condiciones y poder ir a su implementación». 

Días después de haberse hecho estas declaraciones, Marino Murillo dio más detalles acerca del aumento de los salarios y las pensiones. Según él, se trata de subsidiar a las personas (que lo necesiten) y no a los productos y que cada ciudadano, con un salario mínimo podrá ser capaz de comprar una canasta básica de bienes y servicios.

La libreta de abastecimiento de Cuba

En la teoría podría funcionar, pero si en algo ha sido efectiva la libreta es en haber racionado y distribuido de forma equitativa y universal lo más básico para todos sus ciudadanos. Entonces, suena como contradictorio que nuestra débil y bloqueada economía prometa salarios por encima de la oferta. ¿Qué hará la gente cuando tenga dinero y no tenga qué comprar?

Por estos días de pandemia y escasez reforzada, los poblados que mejor han distribuido los alimentos y productos de higiene son aquellos que se han apoyado en el sistema distributivo de la libreta. Otros lugares, como La Habana, padecen colas y tumultos crónicos.

Las explicaciones de Murillo fueron elogiadas por muchos como exhaustivas y didácticas, pero las preguntas que nos planteamos aquí deberían hacernos ponerlas en duda. ¿Cuánto hay por detrás y no se dice? ¿Qué nuevas informaciones nos esperan en los próximos días?

La economía es un asunto complicado, lo que hace que la mayoría de las veces sus decisiones queden en mano de unos pocos, los llamados “expertos”, pero cada estómago de este país tiene derecho a decir lo que piensa.

Redacción CP

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